El motor se apagaba al llegar a la cima del garaje, y yo, apresurada, me bajé del auto. Mis tacones altos me habían lastimado los pies, por lo que estaba descalza y los llevaba en la mano.
Eran las dos y algo de la mañana, casi las tres. Un minuto después de mí, mi hermana se bajó del vehículo también. Está sonriente, enamorada. Tiene todas sus esperanzas recogidas en la curva de una sonrisa, en el brillo de unos ojos, en una voz grave y profunda de tenor.
Suenan las llaves y abro la puerta. Mi gato me recibe con sus maullidos desgarradores, y yo lo acaricio. A pesar de la hora, yo no me siento cansada, a excepción de los pies. Pero mi mente está extenuada.
Toda la noche, mi cabeza daba vueltas y vueltas y vueltas.
Natalia, Francisco, Gabriel, Adriana, Manuel, Sofía, Estela... qué son ellos para mi? Qué soy yo para ellos? Nunca he sido realmente fiel a nadie. Esa noche, por ejemplo, estuve con Francisco, pero mi mente estaba con Natalia. El día anterior, mi cuerpo estaba con Gabriel pero mi mente se turnaba entre Francisco y Manuel. El día anterior, era Estela la que me dominaba. Hace más de seis meses, ya va a ser un año, que pretendía estar con Estela pero de verdad quería a Sofía. Me muerdo el labio mientras tiro el vestido que había comprado esa misma tarde al piso. Dejé el collar roto sobre el escritorio de mi habitación mal decorada que nunca me había tomado la molestia de arreglar y, en mi ropa interior, me senté en la cama, mirando una extraña mancha al otro lado de la habitación. Respiro profundo.
"Soy un desastre", me digo mientras pongo mis manos detrás de mi espalda para soltar el gancho del sujetador negro. Cojo la pijama de debajo de la almohada, me la pongo como sea y procedo al baño a mirarme al espejo.
Tenía los ojos hinchados y el maquillaje corrido. Siempre me he considerado poco atractiva, por no decir fea, pero en ese momento parecía como si un travesti hubiera tenido una hija con un mimo deprimido, y esa hija se hubiera casado con Gene Simons y a su vez hubieren tenido un bebé que tuviese elefantiasis. Ese bebé sería yo. Busqué algo de papel y la crema desmaquillante para deshacer el desastre que era mi cara. Suena un mensaje en mi teléfono. Lo leo por encima pero no le contesto, "mañana le diré que ya dormía", aunque sabía que no iba a pasar hasta dentro de un buen tiempo. Me lavé la cara y procedí a recostarme en mi cama. Cojo un libro de asesinos que reposa al lado de mi cama y me preparo para una larga madrugada... Por un tiempo, mis problemas desaparecerían y me enfocaría únicamente en conectar casos y atrapar al asesino. Así, Morfeo va lentamente postrando sus artimañas en mis ojos, y yo, pierdo el control de mi ser...
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