miércoles, 14 de agosto de 2013

Visita del pensamiento

Recuerdo la primera vez que me vi enfrentada al pensamiento propio. 
Yo estudiaba en un colegio de monjas, y, como era lógico, mis padres eran tan católicos como ellas. 
No digo que mis padres no pensaran, no. Ellos encuentran una fortaleza reconfortante en sus creencias que realmente nunca llegaré a compartir. 
En fin, era un día de clase y estábamos en religión, en un pequeño círculo. Yo leía mucho, y a decir verdad, me gustaba mucho la Biblia. De hecho, hoy en día es para mí una lectura muy entretenida. Por esto, siempre estaba llena de datos curiosos y preguntas que a la profesora le encantaban. Estábamos hablando del eterno castigo y de la eterna recompensa. Del cielo y el infierno. De la perpetua lucha entre el mal y el bien. 
En esas, pregunté "y si no hubiera infierno, ¿qué pasaría con las almas de la gente mala?" Mi profesora improvisó de inmediato una respuesta que pensó me satisfacía, pero no fue así. No recuerdo bien qué me dijo, pero me llevó a preguntarle "¿Y si realmente no tenemos alma? No digo que no la tengamos, pero, ¿y si realmente lo que tenemos es el momento de ahora, mientras vivimos? ¿Qué nos separa realmente de los animales? Ambos somos capaces de querer y de distinguir entre el bien y el mal, una vez aprendemos." 
La profesora me miró exasperada y me dijo que no tenía porqué estar dudando de la palabra de Dios, ya que era la verdad y el camino. Para mi, este fue la primera vez que vislumbré el pensamiento individual. 
Por eso, hasta el día de hoy dudo hasta de un sí o un no. Creo que a esta maestra, le debo mi desconfianza en el hombre. No sabría ahora realmente si agradecerle o no...

martes, 13 de agosto de 2013

Una gota de limón a la limonada

El ser humano es un ser de costumbres. Si fuera a resumir esta entrada a una frase sería esa. 
Aunque trate de debatirlo, el ser humano es sencillamente un ser de costumbres que mutan para adaptarse a la situación que la persona vive. La costumbre puede ser ayudar al prójimo, puede ser vivir estancado en una vida de oficina o puede ser viajar constantemente de un lado a otro. Es así de simple como que si nos salimos de la costumbre siempre nos sentiremos incómodos, por eso tratamos de hacer que el choque entre los cambios sea lo menos traumático posible. 
Obviamente, nada nos puede preparar realmente para lo que depara el futuro, si es que realmente depara éste algo. 
Pero bueno, entrar de nuevo a clases fue algo predecible, por lo que obviamente no me acostumbré para nada, puesto que soy demasiado terca como para seguir mis propios consejos, ya verán cómo seguiré los de los demás. Es apenas martes, y ya estoy exhausta. Quisiera mejorar, de verdad que sí. Durante el día me prometí todo tipo de cosas, pero realmente no creo que seré capaz de cumplirlas... siempre he sido una desertora. 
La verdad, ya ni quiero terminar esta entrada... probablemente apenas termine vaya a vomitar una comida que me forcé a comer o a hacer cien abdominales, porque para odiarme, nunca terminaré realmente. 

domingo, 11 de agosto de 2013

Scheiße, merde, shit, MIERDA

Es la una de la mañana. Con mis compañeros esperamos a la entrada de un lugar de mala muerte, porque supuestamente podríamos entrar con facilidad... pero no fue así.
El pensar en el día de hoy, había prometido mucho para todos nosotros, pero los augurios eran innegables. Quise ser positiva, quise creer que el día sería perfecto, pero obviamente, mi instinto corrio por encima de lo que yo quería y el karma o alguna otra entidad poderosa y misteriosa se encargó de arruinarlo para todos, o bueno, a los que somos demasiado torpes como para consiguir documentos.
Huele a tabaco y a lluvia... a Francisco le gusta eso... a mí, me enamora.
Mis amigos cercanos parecen cansados. No es su ambiente, claro.
No hay una estrella, llueve estruendosamente, no podemos entrar... pero el olor del tabaco, me asegura que puedo estar peor...

Antes de mí, durante mí y después de mí

Esta mañana me desperté sin problema. Había tenido un sueño algo extraño, pero ya no lo recuerdo. Al chequear mi teléfono, vi que era un mensaje sin importancia de un amigo. Decía algo sobre la fiesta de esta noche. Lo ignoré por completo. 
Me dirigí a el cuarto de mis padres como cada mañana a buscar la báscula, y  me pesé, como siempre. Nada ha cambiado. El hambre no ha valido la pena. Las calorias que no como durante el día, en la noche entran en forma de alcohol o dulces. Puta obsesión. 
Odio estar marcada por un número. Odio tener que odiar cada cosa que entra a mi boca. Odio no poder quererme y el hecho de que esto haga que me odie más. 
El desayuno fue lo peor: harinas fritas. Carbohidratos simples que aparte traen mucho colesterol negativo. Buñuelos. Ugh. 
Saludo a Francisco con un mensaje. Me responde, y damos paso a una conversación trivial. Se supone que es mi "novio", pero ambos sabemos que es un engaño. Sé que él ya no me soporta. Él sabe que le pongo los cuernos. Ninguno de los dos tiene las gónadas para decirle al otro que debemos terminar. Me habla Gabriel, y me pregunta si quiero salir esta noche... 
Le digo que no puedo. No quiero fumar hoy, me duele la garganta un poco. Aparte, tengo una fiesta más tarde. 
Ayer le había pedido a Francisco que viniera conmigo. Me dijo que no. A él no le gusta eso. Le rogué que viniera conmigo. Me dijo que no de nuevo. Me di por vencida. Con él, no hay forma de discutir.  
Esta noche es mi última noche antes de entrar a clases, por eso es especial. Es mi último año, y definirá qué va a ser de mi futuro. Estoy parada frente a una puerta que muchos fallan en cruzar, y va siendo mi turno de saltar o quedarme atrás. 
Tengo miedo, sí, tal vez demasiado, pero no puedo dejar que me domine. Tengo que balancear mis pesadillas y mis sueños. Mis aspiraciones y mis tendencias al fracaso. Tengo que dar el paso que me exponga a la vida, por fin. La puerta se abre, va siendo mi turno, debo confiar y... saltar...

El día de la fiesta.

El motor se apagaba al llegar a la cima del garaje, y yo, apresurada, me bajé del auto. Mis tacones altos me habían lastimado los pies, por lo que estaba descalza y los llevaba en la mano. 
Eran las dos y algo de la mañana, casi las tres. Un minuto después de mí, mi hermana se bajó del vehículo también. Está sonriente, enamorada. Tiene todas sus esperanzas recogidas en la curva de una sonrisa, en el brillo de unos ojos, en una voz grave y profunda de tenor. 
Suenan las llaves y abro la puerta. Mi gato me recibe con sus maullidos desgarradores, y yo lo acaricio. A pesar de la hora, yo no me siento cansada, a excepción de los pies. Pero mi mente está extenuada. 
Toda la noche, mi cabeza daba vueltas y vueltas y vueltas. 
Natalia, Francisco, Gabriel, Adriana, Manuel, Sofía, Estela... qué son ellos para mi? Qué soy yo para ellos? Nunca he sido realmente fiel a nadie. Esa noche, por ejemplo, estuve con Francisco, pero mi mente estaba con Natalia. El día anterior, mi cuerpo estaba con Gabriel pero mi mente se turnaba entre Francisco y Manuel. El día anterior, era Estela la que me dominaba. Hace más de seis meses, ya va a ser un año, que pretendía estar con Estela pero de verdad quería a Sofía. Me muerdo el labio mientras tiro el vestido que había comprado esa misma tarde al piso. Dejé el collar roto sobre el escritorio de mi habitación mal decorada que nunca me había tomado la molestia de arreglar y, en mi ropa interior, me senté en la cama, mirando una extraña mancha al otro lado de la habitación. Respiro profundo. 
"Soy un desastre", me digo mientras pongo mis manos detrás de mi espalda para soltar el gancho del sujetador negro. Cojo la pijama de debajo de la almohada, me la pongo como sea y procedo al baño a mirarme al espejo. 
Tenía los ojos hinchados y el maquillaje corrido. Siempre me he considerado poco atractiva, por no decir fea, pero en ese momento parecía como si un travesti hubiera tenido una hija con un mimo deprimido, y esa hija se hubiera casado con Gene Simons y a su vez hubieren tenido un bebé que tuviese elefantiasis. Ese bebé sería yo. Busqué algo de papel y la crema desmaquillante para deshacer el desastre que era mi cara. Suena un mensaje en mi teléfono. Lo leo por encima pero no le contesto, "mañana le diré que ya dormía", aunque sabía que no iba a pasar hasta dentro de un buen tiempo. Me lavé la cara y procedí a recostarme en mi cama. Cojo un libro de asesinos que reposa al lado de mi cama y me preparo para una larga madrugada... Por un tiempo, mis problemas desaparecerían y me enfocaría únicamente en conectar casos y atrapar al asesino. Así, Morfeo va lentamente postrando sus artimañas en mis ojos, y yo, pierdo el control de mi ser...